Para empezar
diré que es el final
no es un final feliz
tan sólo es un final…
Eso lo cantaban los M-clan en una de sus canciones más famosas y no encuentro nada mejor que este estribillo y esta imagen para comenzar la crónica de mi participación en el cross de Penedos do Lobo. La foto resulta engañosa, a pesar de lo que se ve no hubo ningún reto conseguido, ni ninguna victoria, ni nada que me llenara de satisfacción. Fue el fin de una mañana fría y ventosa, tan plagada de altibajos como el perfil de la carrera. Donde hubo más sombras que luces, aunque bastan unas pequeñas luces para iluminar una gran zona de sombra.
Un par de niños que chocan tus manos, unos compañeros que te animan, una decena de personas que esperan en meta y aplauden; pequeñas cosas que consiguen lo que otras más grandes no pueden. Un par de horas antes estaba a punto de arrancarme el dorsal pero ahora cruzo la línea de meta, no contento pero sí satisfecho, no con la carrera, sino con una forma de entender la vida.
Hay quien afirma que todo lo que nos sucede, sucede por alguna razón. Yo le doy la vuelta y digo que siempre podemos sacar algo de todo aquello que nos sucede…
En principio iba ser una prueba sin demasiada transcendencia. Tras haber hecho 3 veces la maratón, el apuntarme este año al cross me daba una falsa sensación de seguridad. 24 Km se me antojaban más bien escasos pero me parecía un test adecuado de cara a una maratón de asfalto, un paseo por el monte siempre se hace más ameno que un entrenamiento largo en solitario. Sin embargo las cosas no siempre suceden como se espera… Y menos en un trail.
El inicio de la carrera fue tan frío como el tiempo. Con 7º en la base de la estación a 1500 m el cuerpo tardó en responder a pesar de que los 4 primeros kilómetros eran de ascenso.
Por la pista que sube hasta la cima de Cabeza Grande era sencillo correr pero no tanto conseguir entrar en calor, ya que a medida que se ganaba en altitud, la niebla y el viento también se acrecentaban, disminuyendo la sensación térmica. 4º en la cima con rachas de 20 -30 Km/h se sentían como si se estuviera bajo cero.
De todas formas, aún sintiéndome algo agarrotado muscularmente, esta parte fue la que más disfruté. Así como me disgusta la lluvia, el frío y la niebla me resultan soportables. Bien pertrechado con guantes y manguitos, la estampa de la niebla, las vacas y las montañas me parecía de una belleza bucólica.
A partir del km 7 el sueño se fue convirtiendo en pesadilla, y lo que antes era una estampa bucólica acabó siendo literalmente ‘una mierda pinchada a un palo’, porque palos que pinchaban había muchos, y en mierda lo que se dice mierda, se acabó convirtiendo este que escribe.
Y eso que empecé bien, sorprendiéndome de lo bien que estaba bajando (teniendo en cuenta que bajo fatal) pero a medida que ese maldito camino de cabras se iba complicando mi confianza iba menguando hasta decir “basta”. Y no sé quien lo dijo antes, si mi cabeza o mis tobillos pero recuerdo la escena de pararme a un lado del “camino”, dejar pasar a todo aquel que viniera detrás y decir ‘que le den’ a todo.
- A mi lo que me gusta es correr, no desbrozar el monte. Se han cumplido mis temores, ahora me he torcido el tobillo, me encuentro solo, jodido, me ha pasado todo el mundo y este puto camino de cabras no se acaba nunca.
Si algo hizo posible la primera foto fue que no hubiera posibilidad de abandonar en este punto.
Cuando llego por fin a Prada recobro la cordura y reemprendo la marcha. Pienso en toda la gente que me inspira y lo que harían en mi lugar, y pienso en la clase de persona que quiero ser, he venido aquí a correr y a correr voy.
El terreno es conocido de otros años y muy favorable para ir rápido. Corro sin dolor aunque de vez en cuando al tobillo le da por doblarse. Ya me ha sucedido más veces, basta que me lo tuerza una vez para que me quede inestable. Al final en toda la carrera calculo que me lo habré torcido en 4 o 5 ocasiones, algo bastante desesperante.
Cometo el error de creer que la meta está más cerca de lo que está, ya que desconozco cómo es el tramo añadido. Cuando nos desvían hacia Placín y veo que nos alejamos de la ascensión a Penedos do Lobo empiezo a ser consciente de que esto va ser más largo de lo que pensaba. No me salen las cuentas, esperaba acabar en torno a las 3 horas o menos pero no va ser así.
He gastado fuerzas muy alegremente y ahora conviene regularse. El nuevo añadido no me gusta, es feo y pestoso y parece que sólo está hecho para sumar más kilómetros a la ruta. Por suerte la compañía de Ángel Meira, que participaba en la maratón, me hace más ameno este tramo.
Nunca he tenido problemas a la hora de reconocer los méritos de los demás y Ángel es uno de esos corredores ‘anónimos’ que despiertan toda mi admiración, no sólo por lo bien que lo hace (3º en veteranos ayer) sino por la ilusión que transmite (y contagia).
Con 51 años desprende más entusiasmo que un juvenil y eso se nota. Cuando coincidimos en carrera él estaba en peores condiciones físicas que yo (más km de carrera en las piernas y sufriendo calambres) y sin embargo acabó llegando antes a meta. No sólo se corre con las piernas, creo que es algo que aprendí muy bien en esta carrera.
Llegamos al avituallamiento situado justo antes de la ascensión a Penedos. Algún gps que porta un maratoniano ya le marca en tono a 40 km pero yo sé que a meta quedan más que 2, y con la ascensión resta sobre una hora mínimo.
Son cerca de las 12 de la mañana y empiezo a tener hambre, he desayunado a las 6 y no he vuelto a comer salvo 2 geles durante la carrera. Creo que necesito algo sólido, me pillo una barrita y la voy comiendo por el camino. La ascensión se hace dura y larga, la primera parte aún me resulta entretenida pero luego cuando parece que está a punto de acabar resulta que queda otro tanto.
El esfuerzo pasa factura a todos y en el medio del acenso tengo que pararme a ayudar a estirar a un andarín aquejado de calambres. Cuando llego por fin a la parte final de la subida me paro un momento. Llevaba un rato con ganas de mear… Dilema: ¿’parada técnica’ o aguanto hasta meta? Ganó la primera opción. Ya, ya sé que no queda muy elegante en una crónica pero mentiría si no dijera que es de los mejores recuerdos que tengo de la carrera; meando encima de los Penedos do Lobo. Me hago a un lado del camino y mientras vacío mi vejiga miro todo el paisaje que tengo alrededor y a una hilera de gente subir la montaña.
-¡Pues si que es bonito todo esto!
Continúo el camino, ya sin la compañía de Ángel, y llego al último avituallamiento, justo al pie del último cortafuegos.
- Uf ¡que pereza! No me apetece nada caminar.
Me bebo un vaso de Powerade y me pongo a ello. Subo despacito, más por la desgana que por la falta de fuerzas. Por una parte tenía ganas de que se acabara todo pero no me hacía ninguna ilusión cruzar la línea de meta. Acabado el cortafuegos lo que resta es una pista de tierra que lleva directamente a meta. Son poco más de 2 kilómetros. Recuerdo lo larga que se me hizo en mis maratones pero hoy tenía fuerzas para correr así que fue un suspiro.
El resto ya lo conocéis. 3h25’22”, 42º de 122 que salieron y 115 que llegaron.
En meta dije que no volvería pero ya se sabe como son esas promesas…
Clasificaciones
Maratón (completas aquí)
Masculina
1º Fernando Arca 3:44:40
2º Santiago Obaya 3:58:15
3º José M. Casado 3:58:16
Femenina
1ª Esther Sánchez 4:59:55
2ª Charo Figueroa 5:04:40
3ª Silvia Rodríguez 5:35:21
Cross (completas aquí)
Masculina
1º Javier Pacios 2:17:01
2º Roberto Riobó 2:21:56
3º Jose A. Santalla 2:35:13
Femenina
1ª Guadalupe Lodeiro 3:17:49
2ª Susana Feijóo 3:35:20
3ª Mª Belinda Alonso 3:35:31
BTT (completas aquí)
1º Jorge Nóvoa 3:20:23
2º Eloy Álvarez 3:22:45
3º Johnny J. Quintas 3:24:31
Epílogo
Han pasado ya más de 2 semanas, lógicamente las cosas ya no se ven así. Si hoy tuviera que escribir de nuevo la crónica sería diferente. Los humanos tenemos algo muy bueno a la hora de reescribir nuestros recuerdos y normalmente nos quedamos con la parte buena, sin embargo me resulta muy interesante leer ahora mis sensaciones en caliente. Partiendo de la base de que no hay carreras malas sino que puedes disfrutar más o menos, o sufrir más o menos, pero siempre te valen para nutrir tu experiencia. En la vida deportiva, como en la real, no todo es de color rosa. Las crisis, dudas, faltas de confianza... son tan necesarias como sus opuestos, al menos en mi caso, porque acaban siendo un desencadenante para hacerte crecer, o para que te realmente te desprendas de todo aquello superfluo y vuelvas conectar con la esencia de lo que realmente te gusta. Por eso quisiera acabar esta crónica con un ¡gracias Penedos!, a pesar de todo mereció la pena.
5 comentarios:
Muy buena. Una carrera difícil para el saco. Con esta hiciste callo (y menos mal que lo del tobillo no fue a más).
Grande no, eres inmenso. Enhorabuena
Demoró peo llegó, una linda cronica de una gran carrera, felicitaciones!!
Efectivamente tiene que haber de todo: días buenos, malos y peores y aunque nadie nos obliga a seguir es importante sobreponerse a las dificultades y vencer, sobre todo, las dudas del coco.
Y una vez que han pasado las cosas siempre las vemos de otra manera y ya tiens ganas de volver, jajaja, pues nada, a por la próxima.
Xocas, pues si, esta edición fue bastante durilla sobre todo para haber hecho muy poco monte, se notó.
Mildo, no será para tanto hombre.
David, muchas gracias amigo.
Ciego, jeje efectivamente.
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